12 septiembre 2005

sexo versus moral

El comportamiento patológico del individuo medio es sorprendentemente semejante al de muchos pacientes de reconocidos psicólogos : la inhibición sexual en general; el carácter compulsivo de las exigencias morales; la incapacidad de imaginar que la satisfacción sexual es compatible con un trabajo o una relación de rendimiento aceptable; la absurda creencia de que la sexualidad del niño y del adolescente es una aberración o una patología; la imposibilidad de concebir otra forma de sexualidad que la monogámica de por vida y varios temas más que hoy dejaré en el tintero.
Solemos cargar con un conflicto entre el instinto y la moral, y este conflicto es irresoluble mientras persista la represión sexual neurótica. Las obligaciones morales, que la gente se impone a sí mismo bajo la presión de una permanente influencia social, aumentan la represión de sus exigencias sexuales .
El Dr. Reich ya trató este tema allá por 1936 "Cuanto mayor es el daño sufrido por su potencia genital, tanto más se acentúa la desproporción entre la necesidad de satisfacción y la capacidad para alcanzarla. Esto a su vez refuerza la presión moral necesaria para controlar los impulsos reprimidos. Y dado que el conflicto es en su conjunto inconsciente, al menos en sus elementos esenciales, el individuo es incapaz de resolverlo por sí mismo."
Ante el conflicto entre instinto y moral, entre el ego y el mundo exterior, el individuo social se ve obligado a acorazarse, a protegerse tanto de sus propios instintos como del mundo exterior. De este acorazamiento del organismo psíquico se deriva una limitación, más o menos acusada, de la disponibilidad para la vida y la actividad vital. Si indagamos un poco en alguna amistad mínimamente confidente concluiremos que la mayoría de los seres humanos están constreñidos por esta coraza ,hay un muro entre ellos y la vida.
La consecuencia inmediata es una intensificación de los impulsos antisociales , acompañados de ansiedad social y de presión moral.En el curso de este proceso desaparecen sucesivamente y de modo espontáneo las tendencias al misticismo, a la religiosidad, a las creencias supersticiosas, a medida que uno avanza en la asimilación de la coyuntura que le rodea y esto puedo afirmarlo en primera persona.
El resultado del proceso es una mejoría visible del comportamiento natural en lugar del comportamiento artificial de antes.
El afamado psicólogo Marcus Gonchi afirmó en esta misma línea que el antagonismo irreconciliable que había antes entre las urgencias del instinto y las inhibiciones morales obligaba al paciente a regular todos sus actos según los dictados de una ley exterior y superior a él. Todo cuanto pensaba y hacía era medido y pesado por una unidad de valor moral, aunque al mismo tiempo protestara contra esta imposición.
Pero el individuo sano ya no tiene, prácticamente, moralidad en sí mismo porque tampoco tiene impulsos que necesiten una inhibición moral.

Quisiera acabar con unas palabras de Wilhelm Reich ,Los individuos que consiguen la capacidad orgiástica se inclinan por las relaciones monógamas mucho más que aquellos cuyo desahogo natural está frenado. Sin embargo, la actitud monógama de los primeros no se basa en la inhibición de los impulsos polígamos o en consideraciones de tipo moral, sino en los principios de economía sexual que abogan por la repetición del deseo siempre fascinante de experimentar un intenso placer con la misma persona.
Mal invento el de la moral y de todos sus prejuicios.
Tan sólo estas observaciones deberían servir de fundamento para una nueva educación destinada a niños y adolescentes, educación que terminaría con los conflictos existentes entre naturaleza y cultura, entre individuo y sociedad, entre sexualidad y sociabilidad.

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